85. Ástato


Con el elemento número 85 de la Tabla Periódica, hoy, terminaríamos el grupo de los semimetales, un reducido grupo de elementos que en unas condiciones actúan como metales y en otras como otra cosa no metálica. El más famoso de ellos es el silicio, pero también pertenecen a ese grupo el boro, el germanio, el arsénico, el antimonio y el telurio. Hoy toca el ástato, un raro y desconocido elemento que, por otro lado, también pertenece a la familia de los halógenos por su posición en la penúltima columna de la Tabla, la misma que el flúor, el cloro, el bromo y el iodo.  

El ástato recuerda bastante al polonio. Es muy radiactivo y prácticamente no se conocen sus propiedades, porque no es posible su estudio en laboratorios convencionales. Además, es un metal pesado y se obtiene a partir del bismuto. Por otro lado, el ástato es un halógeno y por lo tanto se comporta de manera muy similar al resto del grupo (Nuestro cuerpo, de hecho, lo confunde con el yodo. Luego lo vemos).  

Pero antes de seguir con sus características, hablemos de historia. El número 85 fue un elemento muy buscado, sobre todo en los años 30 del siglo pasado. Fredd Allison, un físico estadounidense, afirmó haberlo encontrado (utilizó un controvertido método, en el que utilizaba el Efecto Faraday, por el que la luz se ve afectada por un campo magnético). El caso es que hasta le puso nombre: Alabamio. Pero resultó ser otra cosa, obviamente. Con ese mismo método, Allison creyó haber encontrado el Francio, al que llamó Virginio. Eran dos importantes huecos de la Tabla Periódica y muchos los intentaron rellenar, a veces, sin éxito. El siguiente fue un químico de Daka (Capital de Bangladesh), Drajendalal De. que lo llamó “Dakin”. Horia Hulubei e Yvette Cauchois también lo intentaron. El primero, rumano, la segunda, francesa, ambos importantes físicos que desarrollaron mucho los conocimientos sobre los rayos X. Eran contemporáneos de Marie Curie (de hecho Hulubei defendió su tesis ante ella) de la que hablé en la entrada del polonio.  Estos dos importantes físicos tampoco tuvieron éxito, a pesar de creer, en cierto momento (1936), que habían descubierto el elemento 85 en unas muestras de tantalita utilizando un novedoso espectrómetro de Rayos X (Que lleva el nombre de Cauchois). En este caso lo bautizaron como Dor, que significa “Paz” en rumano (En esos años la cosa estaba chunga por el centro de Europa). Todavía durante la Gran Guerra, en 1942, Walter Minder (mineralogista y químico suizo) y Alice Leigh-Smith (la primera doctora en física nuclear de Inglaterra, conocida por sus pioneras investigaciones sobre el tratamiento del cáncer), también creyeron haber visto un nuevo elemento mientras estudiaban unas muestras de radio. Lo llamaron anglohelvetium (en honor a sus dos países. Pero no pudo ser.


Marie Curie, la segunda por la idzquierda y Horia e Yvette a la derecha. Paris, 1933.

El ástato, ahora sí, fue descubierto en la Universidad de Berkeley (California) en 1940, por Dale R. Corson, Kenneth R. Mckinsey y Emilio Segrè. Lo obtuvieron a partir del bismuto, proyectando partículas alfa a un ladrillo de este material. De Segrè ya habíamos hablado, pues fue también descubridor del tecnecio, y se quedó en California cuando, estando allí de visita, se enteró de que el gobierno de Mussolini estaba expulsando a los judíos de las Universidades italianas. Una suerte, pues fue uno de los más importantes científicos del Proyecto Manhattan y uno de los que realizaron investigaciones pioneras sobre energía nuclear. Lo del descubrimiento del ástato es simplemente un punto extra más a su extraordinaria carrera. 

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Los tres que lo lograron: Segré derecha, Corson arriba, Mckinsey debajo.

El ástato se nombró finalmente así porque su nombre (ástatos) en griego significa “inestable”. Porque, efectivamente, el ástato es muy inestable. Su isótopo de mayor duración (At210) tiene una vida media de 8 horas y 24 minutos. Si tienes una muestra de ástato, ésta en un par de días prácticamente ha desaparecido. Es por ello por lo que el ástato es el elemento natural más raro de la Corteza Terrestre. En estos momentos, para que te hagas una idea, en toda la superficie de la Tierra no habrá más de 30 gramos de este curioso metal. (Se está creando continuamente por la desintegración del uranio (también del actinio y el neptunio), pero se autodestruye en seguida, claro). Si tuvieras una pequeña muestra de ástato en la mano, ésta se vaporizaría al instante debido al intenso calor que se desprende de su radiación. Y estarías muerto. Es poco probable, pero si hubieras mirado la muestra, seguramente hubiera sido algo parecido a casi cualquier metal, algo oscuro, quizás, y con, como he dicho, propiedades cercanas al yodo (se han creado compuestos parecidos a los de este halógeno) y a alguno de los semimetales con propiedades metálicas, dicen, por ejemplo a las de la plata (aunque esa descripción pueda ser casi cualquier metal). 

Un metal tan inestable y raro, obviamente, no tendrá muchas aplicaciones. Su uso más frecuente es la de radioisótopo en medicina (o al menos, se está trabajando para que así sea). Como he dicho, nuestro cuerpo lo confunde con el yodo, con lo que un poco de ástato introducido en nuestro cuerpo se iría directo a la tiroides y, como es radiactivo, podría utilizarse para tratar el cáncer de tiroides (acabar con todas las células dañinas con las partículas Alfa). El ástato 210 queda descartado porque se descompone en polonio-210, lo cual no es muy conveniente, dada su toxicidad. El ástato 211, con sus 7´2 horas de vida media, sin embargo, podría ser más útil, pues suelta una partícula alfa, convirtiéndose en bismuto. (Ambos isótopos, por cierto, no ocurren naturalmente, si no que son creados en laboratorio). La ventaja del ástato respecto al yodo radiactivo es que éste último emite partículas beta y el ástato no, siendo mucho más penetrantes las beta (por tener las alfa más masa y frenarse rápidamente con los tejidos de alrededor). Habrá que estar atentos a los interesantes avances en este campo. 


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