86. Radón


De todos los elementos radiactivos de la Tabla Periódica, si te tuviera que preocupar alguno, ese debería ser el de 86 protones en el núcleo: El radón. (Si fumas, añádele el polonio, eso sí). No te tienes que preocupar, en tu día a día, por muchos otros: Ni el potasio de las nueces o los plátanos, porque la ingesta es mínima, ni el uranio (que veremos pronto) de las centrales nucleares, pues éstas son seguras (y evitan que respires muchos gases tóxicos más nocivos, todo sea dicho). Tampoco te tienes que preocupar por el brillante radio de las manecillas del despertador, porque ya dejó de usarse hace años… ni por muchos otros. Preocúpate por el radón, que este sí que es posible que esté presente en tu vida y, de hecho, es una de las principales causas de cáncer de pulmón en el mundo (entre un 3-14% de los casos). Vamos a ver si aprendemos un poquito más. 

Antes de nada, simplemente mencionar que el radón es un gas noble. Ya hemos visto todos: Helio,  neón, argón, kriptón y xenón. Estos elementos se caracterizan por tener 8 electrones en la Capa de Valencia, lo cual le da una enorme estabilidad al átomo, pues no se va a preocupar ni por buscar más electrones ni por si le quitan alguno. La distribución de sus 86 electrones es la siguiente: 2, 8, 18, 32, 18, 8. 

El radón, a temperatura y presión ambiente, es un gas. Es incoloro e inodoro e insípido, con lo que, como imaginarás, tardamos muchos años en saber de su existencia (No es como el cobre o el oro, por ejemplo, que se conocen desde hace milenios). Del radón no se supo nada hasta que Friedrich Ernst Dorn, un físico alemán nacido en la provincia de Prusia (Hoy Rusia), demostró en el año 1900 que un gas radiactivo emanaba de una muestra de radio. Se le atribuye a Friedrich el descubrimiento, pues determinó que ese gas era una sustancia nueva, aunque los grandes Marie y Pierre Curie ya habían observado ese gas un año antes. Otro de los grandes, Ernest Rutherford, junto con un colaborador llamado Frederck Soddy, también lo había visto, pero emanando del torio (Demostraron que un metal podía transformarse en otro elemento, algo con lo que los alquimistas llevaban años soñando). Todo este asunto no está exento de polémica, claro, pues algunos atribuyen el descubrimiento a Rutherford y el mismo Rutherford lo atribuyó a los Curiè. Friedrich llamó a su sustancia emanation y Rutherford añadió la palabra radium (Radium emanation), para diferenciarla de las emanaciones del torio: Torium emanation. En 1903, otro químico, en este caso francés, André-Louis Debierne, descubrió otro gras emanando del actínido, al que llamarón actinium emanation. Obviamente, los 3 gases eran lo mismo, pero en esa época, como digo, tenía 3 nombres: Radium Emanation, torium emanatium y actinium emanation, también llamados exradium, extorium y exactinium o radón, torón y actón… los que empiezan por “ex” fueron sugeridos en 1904 y los otros en 1918. En 1904, William Ramsay también había sugerido el nombre nitón, que significa brillante en latín (nitens). También vio que esas emanaciones tenían ciertas semejanzas con los otros gases nobles. Años después, en 1910, Ramsay junto con Robert Whytlaw-Gray conseguirían aislarlo por primera vez. Fueron ellos, además, los que se dieron cuenta de que el radón era el elemento en forma de gas más pesado conocido. 


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Friedrich Ernst Dorn

¿Y quién le puso nombre al final? Pues fue un comité de científicos internacional quien eligió el nombre de radón. Era el año 1923. Tenían que elegir entre: Radón, torón y actinón (se les cambió de nombre un par de veces más después de 1918, pasando por radeón, toreón, actineón). Eligieron radón, por ser el primero en ser descubierto a partir del radio y por ser el más estable. 

Hace 1 siglo, por lo tanto, que sabemos que el radón existe, que es radiactivo y que emana en forma de gas, como producto de desintegración de diferentes elementos más pesados. Y sabemos mucho más, claro. 

El radón natural emana del suelo y se diluye en el aire. En el aire libre su concentración varía entre 5 y 15 bequerelios por metro cúbico (Bq/m3). (Un bequerelio es una desintegración por segundo). Es decir, en un metro cúbico de aire, entre 5 y 15 átomos de radón se están desintegrando cada segundo. Puede parecer mucho, pero no lo es. Fíjate, que en interiores puede llegar hasta 10.000 Bq/m3! En Europa, se ha marcado una concentración de 300 Bq/m3 como límite para las viviendas (Directiva 2013/59). En España, el CSN (Consejo de Seguridad Nuclear), lo ha fijado, pero como referencia, también en 300, siguiendo la normativa europea. Según parece, en diciembre del 2019 se aprobó un Real Decreto que modifica el Código Técnico de la Edificación respecto a la seguridad de los ciudadanos. En dicho Código, hay un apartado que habla del radón (Concretamente, dentro del “Documento Básico de Salubridad”, la sección HS6 “Protección frente a la exposición al radón”) que viene a ser básicamente un “corta y pega” de la normativa europea. En teoría, las nuevas construcciones deberían diseñarse para cumplir eso.

(Recomiendo una visita a la web del CSN, pues contiene mucha información sobre el radón: https://www.csn.es/radon.

Aunque la verdad es que en la página del Centro de Control de Enfermedades estadounidense hay bastante más (y en español).

Mapa del radón
Una de las cosas que podemos ver en la web del CSN es la distribución del radón (por tipo de suelo) en España. Más cuidado los que viváis en las zonas naranjas y rosas!

El radón 222 (Rd222), el isótopo más numeroso de este elemento, y emana a partir del decaimiento de, sobre todo, uranio y radio. Tiene su propia cadena de desintegración, y lo primero que hace es convertirse en polonio (que a su vez irá también irá decayendo hasta llegar al plomo 206). El Rd222 suelta una partícula alfa y una beta (si quieres, échale un vistazo a las entradas que escribí en su día sobre la radiación o más concretamente sobre la radiación ionizante). La partícula alfa no es peligrosa si está fuera de nosotros, pues se frena hasta con unos centímetros de aire. El problema es que el radón lo inhalamos, y éstas pequeñas partículas hacen bastante pupa a nuestros pulmones.  

El radón 222 tiene una vida media de 3.8 días (Lo cual significa que la mitad de los átomos radiactivos de una muestra cualquiera de Rd222 decaerán en 3´8 días). En cualquier caso, 3´8 días no es mucho, así que, como imaginarás, el radón se tiene que estar creando continuamente. El caso es que “su descendencia” también es radiactiva con lo que por supuesto también hay que tenerlos en cuenta a la hora de evaluar sus efectos para la salud. 

La cantidad de radón en interiores depende mucho de la ventilación del edificio, la zona donde esté o los materiales y diseño de la construcción. Si el suelo contiene mucho uranio o radio, por ejemplo, éste puede colarse por los huecos de las tuberías y entrar al edificio por las ranuras entre las paredes. El caso es que la presión atmosférica dentro de las casas suele ser menor que la de la calle, con lo que las casas actúan como una especie de aspiradoras de radón. Si la construcción no tiene esas ranuras o está bien ventilado, o simplemente, no se genera apenas en el suelo donde se encuentra… Pues no hay que preocuparse (pero no suele ser lo habitual, así que ojo). 

También hay radón en el agua, cuando esta se obtiene de manantiales subterráneos. La concentración es menor y suele pasar a la atmósfera rápido. Para las autoridades, no supone un riesgo para la salud de las personas. Primero que normalmente es poca cantidad y segundo que beberlo no supone, en teoría, tanto riesgo como respirarlo.

Como aplicaciones, pocas. Algunos meteorólogos lo utilizan para realizar mediciones para el estudio de la atmósfera y el clima (midiéndolo en las corrientes de aire, etc). También es conocida su utilizad para ayudar a detectar terremotos. El sismólogo Gianpaolo Giuliani predijo el terremoto de L’Aquila en 2009, y lo hizo gracias al radón. El problema es que no le creyeron y obligaron a quitar su publicación de la red (Dicen que Gianpaolo se dedicó a avisar a la gente en furgoneta…). Al final hubo terremoto y desafortunadamente murió gente que podría haberse salvado. Aunque por otro lado, también es cierto que algunos colegas de Gianpaolo dicen que lo suyo fue una coincidencia, y que la detección de radón no es un síntoma clave para predecir terremotos. Quién sabe. En cualquier caso, con el radón, más vale prevenir que curar.  

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