18. Argón

Toca de nuevo hablar sobre otro de los gases nobles de la Tabla Periódica. Esta vez el turno es del argón. Terminamos con él la tercera fila de elementos y de paso la tercera fila de electrones. Porque el argón, con sus 18 protones y sus 18 electrones tiene la tercera capa completamente llena (8 electrones en la Capa de Valencia).

Y tener la última capa de electrones llena ya sabes lo que significa: estabilidad. La tienen los gases nobles como el helio y el neón, que vimos en su día y también la tiene el gas noble que nos toca ahora: El argón. (Nos quedará por ver el kriptón, el xenón y el radón).

Así que 18 protones, 18 electrones y en un 99´6% de los casos 22 neutrones. Tanta partícula hace del argón un gas mucho más pesado que el helio y el neón y, por lo tanto, más abundante en nuestra atmósfera. Y a pesar de su abundancia (1´3% de la atmósfera), como pasaba con el nitrógeno, pasó desapercibido durante mucho tiempo. Está ahí, no reacciona con nada, no se ve, no huele a nada, no sabe a nada… ¿Cómo demonios íbamos a saberlo?

Y es entonces cuando entra en juego Henry Cavendish, que sospechó de su existencia por primera vez. Separó el oxígeno, el CO2 y el vapor de agua del aire, quedándole solo, teóricamente, el nitrógeno. Mezcló el resultado con hidróxido de potasio (KOH), para que el nitrógeno se fuera combinando para obtener KNO3… pero siempre quedaba algo de gas que no se combinaba… ¿Qué era eso? ¿Sería otro gas? Para responder esas preguntas hubo que esperar algo más de 100 años, hasta 1894, cuando John Strutt (Lord Rayleigh) y William Ramsay supieron lo que tenían delante. Y todo gracias a la espectroscopía. Hicieron el mismo experimento que Cavendish y analizaron las líneas de emisión del gas resultante… y voilà, tenían ante si un elemento completamente nuevo y una entrada al prestigioso club de los premios Nobel. Lo que habían descubierto era un gas inerte y pesado al que llamarón argón, que significa “interte” en griego. Por el camino, eso sí, y aprovechando el tirón, descubrieron también el helio, el kriptón, el neón y el xenón. (Se dice que cuando Ramsay le escribió a su esposa, que estaba de viaje por Escocia, hablándole sobre su nuevo descubrimiento, ésta contestó: “Cada vez que me voy, descubres un nuevo elemento”).

Costó bastante encontrarle un uso al elemento de Rayleigh y Ramsay. ¿Qué hacer con algo que no reacciona con nada? Bueno, de momento, al igual que pasaba con el neón, fue un francés, Georges Claude, que sometió a varios gases nobles a descargas eléctricas y descubrió que brillaban. Con esa propiedad, se llenaron las calles de tubos de neón y, en menor medida, de argón. Las del neón eran rojizas y las del argón azuladas. 

Tubo de argón.

Y ahora tengo que hacer un paréntesis respecto a lo de que el argón no reaccione con nada… porque sí, reacciona, pero a unas temperaturas muy extremas. Casi todos los elementos se comportan de manera “diferente” a temperaturas muy altas o muy bajas… en el caso de los gases nobles, si quieres que reaccionen con algo, tienes que enfriarlos mucho. Son más fáciles los más grandes, xenón o criptón… pero el argón es muy complicado hacerlo reaccionar. De hecho, no fue hasta el año 2000 cuando se consiguió por primera vez. Fue en la Universidad de Helsinki y hubo que enfriarlo a -246ºC y someterlo a un delicado proceso para formar fluorohidruro de argón. Una molécula que solo sirve para decir que lo has conseguido.

Volviendo a sus usos, recuerda la entrada del nitrógeno, cuyo uso principal uso es el de inertizar atmósferas. Pues el argón lo mismo, aunque como es todavía más inerte que el nitrógeno, se utiliza para atmósferas más delicadas. Se utiliza por ejemplo con medicamentos, con vinos o incluso con valiosas piezas de museo. Es más inerte pero más caro, por eso se utiliza menos que el nitrógeno.

El caso es que un elemento tan inerte como el argón solo puede dañar, ya es mala suerte, a los seres vivos, así que se utiliza para matar pollos (indoloramente, eso sí). Si respiras únicamente argón, morirás por falta de oxígeno, y a los pobres pollos les pasa lo mismo. Lo echan en las salas donde están los animales y, al ser pesado, el gas se va al suelo, dejándolos sin oxígeno.

También se utiliza para extinguir incendios. El argón barre todo el oxígeno que es lo que mantiene viva la llama. Lo malo es que te pille dentro, y acabes como los pollos. 

Por el mismo motivo que se utiliza para extinguir incendios se utiliza para fabricar bombillas. Eliminando el oxígeno de la bombilla se evita que el fino cable se queme y se rompa, dejando inservible a la bombilla.

Tiene más usos. Se utiliza en ventanas de vidrio doble, como aislante. También en aerosoles, como propelente. También se usa en equipos de soldadura, alrededor de la llama caliente para protegerla del aire. En misiles termorreactores, para enfriarlos y que no pierdan de vista su objetivo. Incluso en sistemas de impulsión iónica de futuristas naves espaciales.

Un elemento que pasa desapercibido totalmente, pero que respiramos a diario. Curioso, el argón.

Siguiente elemento: El potasio.

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