Comencemos con un metal poco conocido pero muy interesante (¿He dicho que alguno no lo fuera?) llamado osmio (Os). Es el primero en densidad de la Tabla Periódica (22´59 gr/cm3, lo cual significa que un litro de osmio pesa ¡22´59 kilos!) así como el número 76 de la misma. No hace falta, a estas alturas, que te diga que el hecho de ser el número 76 significa que tiene 76 protones y 76 electrones. Los neutrones dan estabilidad al núcleo y, como sabes, un mismo elemento puede tener varios isótopos con diferente número de neutrones. Concretamente el osmio tiene 5 isótopos estables en la naturaleza (Y alguno más de laboratorio), con, en orden de abundancia: 116, 114, 113, 112 y 111 neutrones cada uno. Además, tiene 2 isótopos inestables (radiactivos) con 110 y 109 neutrones. Los dos radiactivos suponen menos del 2% del total de átomos de osmio, con lo que no nos deberíamos preocupar mucho de esa radiación. Estos elementos sueltan algo de radiación y pasan a convertirse en wolframio (Suelta una partícula Alfa (2 protones y dos electrones) y el osmio pasa de tener 76 protones a tener 74, con lo que ya no es osmio, si no wolframio.
La historia del osmio está relacionada con la del platino, el elemento número 78. Nos tenemos que remontar a la época en la que los españoles se adentraron en Sudamérica por primera vez. Iban buscando, entre otras cosas, oro y plata, y se toparon con los metales del Grupo del platino: Rutenio, rodio, paladio, osmio, iridio y platino. En aquella época no sabían diferenciar esos metales , básicamente, porque se presentan casi siempre mezclados en la naturaleza y no tenían ni la información ni los medios necesarios. Al platino, por ejemplo, lo llamaron “platina” que en latín significa “pequeña plata”. Obviamente, los químicos de la época experimentaron con éstos nuevos metales, pero no consiguieron gran cosa hasta 1746, cuando se descubrió que ese material (el platino) no era una aleación si no un elemento nuevo. Pero es que, además, había otros elementos mezclados con el platino (Al final resulta que sí era una aleación). Cuando experimentaban con el platino, disolviéndolo, aparecían restos de otro material, unos polvos negros, que inicialmente pensaron que eran grafito. Fue James Smithson Tennant, junto con William Hyde Wollaston, quienes en el Londres de 1803, identificaron esa oscura sustancia como 2 elementos nuevos: Iridio y osmio. Acabaron obteniendo tetróxido de Osmio (OsO4), que es un polvito amarillo pálido muy venenoso y muy volátil, que huele como a cloro. Fue esto lo que les inspiró para llamarlo osmio, que en griego (osme) significa “olor”.
James S. Tennant |
El osmio es el elemento estable menos abundante en la corteza terrestre y eso, obviamente, va a influir en sus usos debido a su alto precio y a su disponibilidad. Es por ello por lo que no tiene demasiadas aplicaciones. De hecho, al ser un metal del grupo del platino, y caro, te podrás imaginar que su mayor uso sea el de la joyería. Es un metal que mucha gente compra para invertir, porque hay tan poco, que al final, muy seguramente, acabará subiendo su precio. Si quieres échale un vistazo a la página del Instituto Español del Osmio (que a mí me parece más un negocio que otra cosa, a pesar de su nombre) y mira las piececitas que venden a semejantes precios AQUÍ.
Esta piececita a la venta por 11´9 millones. |
Y ahora vas a ver porqué es tan caro. Bueno, que sea el elemento estable menos abundante ya es suficiente razón, pero, como ya he dicho, el osmio se extrae asociado al platino. Pues hacen falta unos 10.000.000 kilos de platino para obtener unos míseros 30 gramos de osmio. También se obtiene como subproducto en las minas de níquel y cobre. En bruto (polvo gris) resulta tóxico con lo que hay que cristalizarlo. La producción mundial está en torno a 360 kilos producción anual total. Y luego, no me digas que no es bonito: Su superficie cristalizada es como si fueran diamantes, porque tiene millones de microcristales unidos, lo que le da un aspecto muy característico y valorado.
Bonito es. |
Siendo tan caro, su uso de limita a temas muy especiales, y en ocasiones ha sido reemplazado por algún otro metal más accesible, como pasó por ejemplo con su uso en los filamentos de algunas bombillas (Échale un vistazo a la entrada del praseodimio, que hablo de Carl Auer, el inventor del filamento de osmio), que han sido sustituidos por wolframio (La empresa osram, que ha sido pionera en el desarrollo de nuevas bombillas, debe su nombre a éstos dos elementos: Osmio y wolfRAM).
También se ha utilizado en contactos eléctricos, como punta para plumas estilográficas (Las Parker fueron las primeras, aunque no tardaron en cambiarlas por las de rutenio) o también en los fonógrafos.
Se utiliza, junto con platino, en algunas piezas de los marcapasos y válvulas para el corazón artificiales, en contactos eléctricos.
El tetróxido de osmio se ha utilizado tanto en síntesis orgánica como en detección de huellas dactilares.
Y como catalizador, para fabricar amoniaco, según descubrió Fritz Haber, un alemán que, aunque es considerado el padre de la guerra química, lo cual hizo avergonzarse de sobremanera a su mujer e hijo (que llegaron incluso a suicidarse por ello), con el desarrollo de su método para fabricar amoniaco, que resultó ser un buen fertilizante, como ya dije en la entrada del nitrógeno, y con el que Haber logró salvar de inanición a millones de personas.
En medicina, también tiene alguna aplicación, pero pocas. Como ya he dicho, el tetróxido de osmio es tóxico, pero aun así se ha experimentado con él como agente anticancerígeno. También se descubrió (y además, por error), que el osmio podía usarse como agente de tinción (como contraste), para hacer visible algunos detalles de las neuronas. Fue Camilo Golgi, el que da nombre al aparato de Golgi de las células, un italiano que recibió el premio Nobel de Medicina, junto a Santiago Ramón y Cajal, en 1906, por sus estudios sobre el sistema nervioso. Y puede que en parte fuera gracias al elemento número 76.
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