115. Moscovio

 

Le toca el turno al elemento número 115: El moscovio (Mc). Su nombre, creo que se deduce fácilmente, proviene de Moscú, concretamente del Oblast de Moscú o Moscovia, que es la región donde se sitúa la capital de Rusia y el Instituto Joint de Investigación Nuclear de Dubna, el JINR. Instituto que ya tuvo el honor de nombrar al dubnio, el elemento número 105. 

Hasta 1979, el elemento que se formaría con 115 protones en el núcleo se llamaba Ununpentio (Uup) y unos años antes de eso, nadie podía soñar con ver jamás un átomo de este escurridizo elemento. Pero vayamos por partes. 

Hasta no hace mucho se pensaba que no podrían existir elementos con más de 100 protones, porque la fisión espontánea acabaría con ellos antes incluso de formarse. Peeeero, en 1969, una nueva teoría lo cambió todo, pues tenía en cuenta la estructura de los propios elementos del núcleo. Así, decían, la estabilidad nuclear se esperaba que aumentara a partir de un cierto número de neutrones (átomos con un número atómico de entre 280 y 300). Existían, por lo tanto, unos números “mágicos” que darían como resultado átomos grandes y estables. Se hablaba del elemento número 114 con 184 neutrones y también del elemento que hoy nos ocupa, el 115, con 173 neutrones (Mc288). Pero lo que a este le pasa es que no se fisiona espontáneamente, si no que decae emitiendo una partícula alfa, cosa que, curiosamente, también les ocurre a sus descendientes, aunque se van alejando del número mágico de 184 neutrones y la estabilidad se pierde, aumentando, en cada salto, la posibilidad de que se destruya por fisión espontánea.  

Yuti Oganesson señalando uno de sus descubrimientos (Mc).

El moscovio se creó por primera vez en el año 2003. Era una colaboración entre científicos americanos y rusos. Trabajaban en Dubna liderados por Yuri Oganesson (Eran Utyonkov, Lobanov, Abdullin, Polyakov, Shirokovsky, Tsyganov, Gulbekian, Bogomolov, Mezentsev, Iliev, Subbotin, Sukhov, Voinov, Buklanov, Subotic, Zagrebaev, Itkis, Patin, Moody, Wild, M. A. Stoyer, N. J. Stoyer, Shaughnessy, Kenneally y Lougheed) (Ya que puedo, que tengan todos ellos su merecido reconocimiento y eso que me dejo mucha gente que aparece en posteriores experimentos). Anunciaron su descubrimiento en el año 2004, afirmando que habían sido capaces de generar átomos de 115 protones a partir de americio 243 y calcio 48 (Que es un isótopo, por cierto, muy raro del calcio, y muy difícil de obtener. Pero es que tiene muchos neutrones que es lo que interesa). En unos 100 milisegundos, el átomo obtenido de moscovio desaparecía emitiendo una partícula alfa y pasando a ser un átomo de nihonio. El nihonio después se convertiría en roentgenio, que se transformaría en meitnerio, que decaería en bohrio para acabar siendo dubnio y/o rutherfordio. Pero claro, en el año 2003 esto no estaba tan claro, con lo que hubo que hacer mucha ciencia para conocer bien esta cadena de desintegración y poder demostrar, sin ninguna duda, que se había conseguido crear el elemento que hoy nos ocupa.    


Cadenas de desintegración de Oganesson y compañía. 

En el proceso, en el cual los átomos de calcio son acelerados y lanzados contra el objetivo de americio, el núcleo resultante tras la fusión de ambos elementos se calienta hasta unos 100000 millones de grados y luego se enfría con la emisión de varios neutrones (3) y rayos gamma, pasando de Mc291 a Mc288. El átomo de 115 protones escapa de la diana objetivo y en un microsegundo es llevado hasta el detector electrónico de partículas, donde se detectará la radiación emitida en su cadena de desintegración, que, como ya he mencionado, normalmente son partículas alfa de mayor o menor energía. Estas cadenas fueron muy estudiadas entre los años 2004 y 2007 (Tanto en Rusia, como en Darmstadt y en Berkeley). 

Aun así, para la comunidad internacional (La IUPAC, básicamente), la cosa no estaba clara. Tuvieron que repetir los experimentos en los años siguientes: 2005 (En Dubna, creando 15 átomos más de moscovio) 2007, 2009, 2010, 2013… pero la confirmación vino cuando obtuvieron moscovio a partir del decaimiento de un elemento todavía mayor, el elemento de 117 protones: El teneso. Por eso no fue hasta el año 2015 cuando la IUPAC reconoció el descubrimiento (haciendo mención a los experimentos llevados a cabo en el 2009) y por fin, el elemento número 115 pudo ser nombrado (Honor que se les concedió, no cabe duda, a los de Dubna), aunque en los créditos del descubrimiento mencionan la colaboración de Dubna-Livermore-Oak Ridge.  

Seguían experimentando y sacando informes años después, hasta el 2017. Y se sigue investigando y teorizando sobre las propiedades de estos nuevos átomos. Si servirán para algo en el futuro o si se encontrará la verdadera isla de la estabilidad, eso ya lo veremos. De momento, y solo como anécdota, contar que en Estados Unidos, un tal Robert Scott Lazar se hizo medio famosillo porque afirmaba trabajar en el área 51, dedicándose a hacer ingeniería inversa a las naves de los extraterrestres. Según decía, dichas naves estaban propulsadas por un isótopo estable del elemento 115. Este provocaba una especie de efecto anti-gravitatorio y producía así una enorme cantidad de energía. El tiempo le dará a Lazar (o no) la razón. Veremos. 

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