Llegamos al último de los actínidos, el lawrencio (o laurencio también). Los actínidos son: Actinio, torio, protactinio, uranio, neptunio, plutonio, americio, curio, berkelio, californio, einstenio, fermio, mendelevio, nobelio y, finalmente, con sus 103 protones, el lawrencio. (El laurencio, por cierto, ha estado en entredicho, y hasta éstos últimos años ha habido debates sobre si es un actínido o no. Hasta el 2021 se han ido publicando estudios y todo apunta a que efectivamente es un actínido). En cualquier caso, es una espectacular lista de metales radiactivos de laboratorio, rarísimos, peligrosos y que comparten ciertas características derivadas de la especial configuración de sus electrones. Todos ellos son considerados como tierras raras y con un comportamiento químico parecido, compartiendo normalmente 3 ó 4 electrones cuando se unen a otros elementos. Aunque estas propiedades poco importan cuando hablamos de elementos tan inestables como el laurencio. Vamos con él.
El elemento número 103 fue descubierto en Berkeley, California, en el año 1961. (Ya descubrieron el 102 en el 58, y para esta ocasión siguieron utilizando los mismos métodos. De hecho, ya cuando descubrieron el nobelio estaban pensando en el siguiente elemento, realizando varios experimentos desde entonces para conseguirlo). El equipo, formado por Ghiorso, Torbjorn Sikkeland, Almon Larsh y Robert Latimer, utilizó el nuevo acelerador de partículas, HILAC, para bombardear 3 microgramos de californio (Cf249, Cf250, Cf251 y Cf252) con iones de boro (B10 y B11). Los restos de aquel bombardeo los recogieron en una cinta y tras analizarla con diferentes sensores, descubrieron partículas alfa con una energía de 8´6 MeV y vida media de unos 8 segundos. Inicialmente creyeron que era el isótopo 257 pero luego corrigieron diciendo que era el 258. Alguna crítica sí recibieron por parte de los soviéticos, quienes también andaban detrás de este elemento (ya viste la que se lio con el nobelio), y un equipo de Dubna formado por Donets, Schegolev y Ermakov también lo identificaron en 1965. De hecho, quisieron llamarlo Rutherfordio. Ellos lo que hicieron fue bombardear americio con oxígeno.
El equipo de Berkeley con Ghiorso señalando el entonces llamado Lw. |
Los americanos, por su parte, en 1970, demostraron que el laurencio mostraba un estado de oxidación de +3. Además, obtuvieron, en 1971, diferentes isótopos y pudieron confirmar ya sin ningún tipo de duda los estudios anteriores (Menos lo del isótopo Lr257 que eso sí que no).
Fueron los de Berkeley, precisamente, los que propusieron el nombre de Lawrencium, en honor al brillante Ernest Lawrence. También propusieron el símbolo Lw, pero en 1997 la IUPAC lo cambio por el actual, Lr. Además de eso, la IUPAC también se reconoció la labor de los rusos, dándoles el mérito del descubrimiento también a ellos, con lo que, oficialmente, hoy en día se debería decir que fue descubierto a la vez por el equipo de Dubna y el de Berkeley. (Pero se siguió llamando lawrencium).
Hoy en día se crea lawrencio (lo poco que se crea) como lo hicieron inicialmente los californianos: Bombardeando californio con iones de boro. El isótopo más estable es el Lr266, descubierto en el 2014, tiene una vida media de 11 horas (El dato varía en según qué fuentes). Desde luego, hora arriba, hora abajo, poco se puede hacer con algo tan perecedero.
El genio que le da nombre al elemento número 103 es Ernest Orlando Lawrence, que nació en Dakota del Sur 4 meses antes de la primera ceremonia de los premios Nobel de la historia, que tuvo lugar en diciembre de 1901. Nadie se imaginaba entonces que ese bebé acabaría ganando uno de esos premios 38 años más tarde. Una década antes de ser condecorado, en 1928, entró a trabajar en la Universidad de Berkeley (Trabajaba en la prestigiosa Universidad de Yale pero por suerte decidió cambiar al por aquel entonces pequeño laboratorio de Berkeley, donde le ofrecieron más horas de laboratorio y menos de dar clases). 3 años después se convertiría en catedrático (el más joven de la Universidad) y había inventado el ciclotrón, que viene a ser un acelerador de partículas sin el que sus compañeros no hubieran podido descubrir todos esos elementos. Por cierto, que no quiso patentarlo, pues decía que hacerlo era como “turn back the pages of progress”, como frenar el progreso. También inventó el calutrón, un espectrómetro de masas fundamental en la separación del uranio 235 y el U238. Durante el Proyecto Manhattan, fue parte fundamental en el desarrollo del radar. Después de la Gran Guerra volvió a Berkeley, donde desarrollaría el sincrociclotrón (un ciclotrón pero mucho más potente) y donde se interesaría por muchos otros temas: física médica, fotoelectricidad, fotosíntesis (su colega Melvin Calvin ganó el Nobel de química estudiando eso) o química nuclear. Inventó un tipo de tubo para la televisión en color (publicó varias patentes sobre las televisiones). Se contaba que Lawrence aparecía en el laboratorio en mitad de la noche y les preguntaba a los jóvenes investigadores qué estaban haciendo. Tuvo 6 hijos y murió en 1958, el mismo año que fue a Ginebra a negociar con la Unión Soviética y prohibir, de una vez por todas, las pruebas con bombas nucleares.
Ernest Lawrence |
El elemento al que Ernest dio nombre sin saberlo, como imaginarás, no tiene ninguna aplicación práctica. Es un raro elemento de laboratorio. Pero quién sabe, quizás en el futuro todos estos elementos nos empiecen a dar sorpresas. Estaremos al tanto.
Siguiente elemento: El rutherfordio.
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