Toca hablar del elemento número
55 de la Tabla Periódica: El cesio. Empezamos, por lo tanto, la sexta fila de
la Tabla Periódica. Continuamos, por otro lado, con la primera columna, que
pertenece al grupo de los metales alcalinos. Ya hemos visto el litio, el sodio,
el potasio y el rubidio, todos ellos con un electrón en la capa de Valencia y
unas propiedades químicas muy similares (con lo que recomiendo que te leas las
entradas del resto de alcalinos). Ese electrón solitario de la capa de Valencia
lo cederán gustosamente a cualquier elemento que se lo pida, lo que significa
que son muy reactivos. Y el cesio es el más reactivo de todos, así que la cosa
se pone interesante.
Una consecuencia inmediata de ser
tan reactivos, es que los metales alcalinos no se encuentren libres en la
naturaleza. Siempre vienen asociados a otros elementos, razón por la cual pasaron
desapercibidos para los humanos durante milenios. El cesio, además, es muy
escaso (3 partes por millón en peso en nuestra corteza terrestre). Se encuentra
en minerales complejos como Polucita (silicato de cesio) o la Depidolita. La
mayor parte, por cierto, se extrae en Canadá y Zinbawe.
Polucita. |
El cesio fue el primer elemento descubierto
utilizando la espectrografía, en 1860. Sus descubridores fueron Robert W.
Bunsen y Gustav Kirchhoff, dos alemanes que descubrirían, un año más tarde y
utilizando la misma técnica, el rubidio. Descubrieron dos líneas azules en el
espectro del carbonato de cesio y el cloruro de cesio. Su nombre no podía ser
otro que caesius, que significa gris azulado. Dos años después de su
descubrimiento, Carl T. Setteberg aislaría por fin este elemento, observando un
metal blando, ligero y que se funde se funde a 28´4ºC, con lo que se fundiría
en tu mano. Pero te dejaría graves heridas, eso sí, ya que con su alta reactividad,
oxida casi todo lo que toca y reacciona violentamente con el agua (o el sudor
de tu mano).
No tiene demasiadas aplicaciones,
siendo un elemento tan reactivo y escaso, pero si es conocido por algo, es
porque desde 1967 se utiliza como patrón internacional para la medida de
tiempo. La unidad internacional utilizada para medir el tiempo es el segundo, y
un segundo tiene que durar exactamente lo mismo en todas las partes del mundo.
Hasta 1967, un segundo era la fracción resultante de dividir el tiempo que
tarda la Tierra en dar una vuelta alrededor del Sol por 31.556.992 veces. El
mayor problema de este sistema es que no es constante, porque debido a las
fuerzas de marea, la Tierra a veces se adelanta o se retrasa un pelín,
fastidiando "nuestro segundo". Así que el segundo no podía depender de la
arbitrariedad de la órbita de un pequeño planeta alrededor de una estrella
común. Y apareció el cesio “to save the day”. Tiene que ver con ese electrón
suelto de la capa de Valencia, y cómo cambia de nivel energético cada muy poco
tiempo (no es algo sencillo… Se trata, en realidad, de la estructura fina de
los electrones, unos saltitos muy pequeñitos). Concretamente, cambia
9.192.631.770 veces por segundo. Y ese número pasó a la historia porque define
perfectamente, el valor de un segundo, siempre y en cualquier lugar del
Universo.
Así que el cesio es perfecto para
fabricar relojes súper precisos. Uno de esos que no se desvía ni una milésima
de segundo en milenios. El primer reloj de cesio se construyó en Inglaterra en
1955. Sus constructores fueron Louis Essen y Jhon V.L. Parry. Ellos, a su vez,
se basaron en las ideas de un premio Nobel polaco-americano: Isidor Isaac Rabi.
Los relojes de cesio utilizan ondas microondas para acoplarlas a la frecuencia
de los electrones del cesio y emitir con ello un pequeño haz de luz… la verdad
es que es algo lo suficientemente complicado como para estar absolutamente
seguros de que los “relojes atómicos” que venden en las relojerías no son de
cesio. No obstante, sí tienen un sistema de ponerse en hora gracias a una
frecuencia de radio que casi todos los países tienen y que envía información
(directa o indirectamente) desde un reloj que sí es de cesio.
Reloj de cesio, no de los que venden en las relojerías. |
Y a parte de para controlar el
tiempo, el cesio tiene otras aplicaciones. No muchas, porque existen otros
elementos que pueden sustituirlo y que son bastante más baratos. El cesio se
utiliza en células fotoeléctricas (tiene la propiedad de que emite electrones,
esos que le sobran tanto, cuando le da la luz) y también en la industria
petrolera (como catalizador) y militar (lámparas y sensores infrarrojos), se
utiliza en aparatos ópticos o para la fabricación de cerámica.
El cesio, como ya es habitual en
los elementos que tienen un cierto tamaño, tiene unos cuantos isótopos, algunos
de ellos radiactivos. En la naturaleza solo existe el cesio-133, pero
artificialmente se pueden crear al menos 39 isótopos más. Muchos isótopos
radiactivos tienen aplicaciones médicas, científicas o técnicas. El cesio no es
una excepción y el isótopo cesio-137 (con 82 neutrones) o el cesio-131 se
utilizan para algunos tratamientos de cáncer.
Debido precisamente a su tiempo
de vida media, 30 años, es hoy en día el único elemento radiactivo que queda
por la zona de Chernobyl (Es un producto de la fisión del Uranio. No es el más común,
pero se da en bastantes fisiones). Aunque no debemos olvidar el accidente de
Goiânia, en Brasil, cerca de Brasilia. Dos hombres, en 1987, sacaron de un hospital
abandonado un sistema de radioterapia del que lograron extraer la fuente
radiactiva que contenía 19 gramos de cesio-137. La vendieron a un chatarrero
que la desmontó obteniendo un polvo que brillaba en la oscuridad. Pronto, mucha
gente empezó a encontrarse mal. Hasta 500 personas fueron expuestas a la
radiación y 4 de ellas murieron. Es, en realidad, uno de los mayores accidentes
con radiación de la historia en el que el último culpable fue el pobre cesio,
que simplemente lo habían dejado allí.
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